El blog de Antropología Médica Crítica es un medio de difusión de las
reflexiones que se propician al interior de la asignatura del mismo nombre
dentro de la Escuela de Psicología de la Universidad de Tarapacá, de la sede
Iquique (No existe en Arica y por lo tanto no es una experiencia genérica, sino
una iniciativa puntual de los sujetos autoconvocados).
Busca ser un espacio de difusión de las reflexiones, posturas, disensos
y acciones que surgen apoyadas en una reflexión desde algunos referentes
teóricos contrahegemónicos que han pensado los problemas de salud, enfermedad y
los procesos de atención desde su íntima articulación con las determinaciones
sociales, culturales y económico-políticas.
Nos parece que este espacio es importante, en tanto las concepciones
hegemónicas de la psicología abordan los problemas de salud desde perspectivas
que son solidarias de las exigencias que impone la mercantilización neoliberal
del mundo de la vida: la psicología hegemónica psicologiza, y al hacerlo,
individualiza el sufrimiento colectivo e invagina las causas
socioeconómico-políticas en el interior del sujeto, culpabilizándolo de procesos
estructurales de los cuales más bien es efecto, cuando no víctima.
Para
esto la
psicología hegemónica reifica procesos sociales a través de una
mitología de lo
individual: el sujeto con sus edipos, sus pulsiones, sus significantes
amos
nunca suficientemente políticos, sus esquemas cognitivos, sus
organizaciones de
significado personal –nunca social-, sus experiencias de desarrollo
personal, sus
aprendizajes significativos –cuya significación se reduce al narcisismo
de la
pequeña diferencia de lo singular-, sus mecanismos de defensas, sus
envidias
preedípicas, sus pregenitalidades… todos conceptos en los cuales siempre
se
repite una única imagen que es la imagen del individuo, aislado, que se
mira el ombligo a través de sus pequeños espejos ideológicos.
Esta mitología de lo individual reduce lo
colectivo al estatuto epistemológico de la especie: parece que lo único en
común fuera una supuesta constitución pulsional, unos mecanismos de defensa
genéricos, un funcionamiento cognitivo más o menos homologable al cogito
cartesiano, unos complejos familiares universales, desconociendo la amplia
diversidad cultural que existe entre las culturas y al interior de las mismas formaciones
sociales estratificadas en las clases y posiciones sociales.
La psicología, además, envidiosa del exitismo de las neurociencias, aún
en la elipse de sus extravíos biologizantes, busca un arraigo biológico a sus
mitologías individualistas, cuando no un paralelismo psicofísico, que lo aleja
de una epistemología relacional, esforzada por pensar la interrelación de lo
social, cultural y económico político.
Contra
todo aquello, en este espacio nos damos cita para pensar y criticar
nuestra
cotidianeidad neoliberal, apoyándonos en algunos de los autores que
mayormente han aportado al campo de la antropología médica crítica. Es
por esto que recorrimos un itinerario donde aprendimos la denuncia
de la iatrogenia
del saber biomédico
con Illich; analizamos con Gotzsche el funcionamiento de la industria
farmacológica según la lógica del crimen organizado; buscamos acercarnos
a una
epistemología relacional desde los planteamientos de Marx aterrizados a
nuestra
realidad entre otros por Carlos Pérez Soto; revisamos los planteamientos
de
Foucault sobre la Biopolítica y la Gubernamentalidad; nos deleitamos con
la
profunda crítica historicista de Ernesto de Martino; dimos vitalidad
desempolvando los conceptos de Símbolo Hegemónico y Crisis de la
Presencia, en
la búsqueda por un abordaje de la experiencia humana del sufrimiento no
patologizante; nos sensibilizamos siendo parte de algunas acciones de
movilización contra el extractivismo minero en Tarapacá; nos detuvimos a
observarnos nosotros mismos en la dinámica de clases, haciendo
observación participante de una clase regular; nos detuvimos a analizar
también
la realidad palpable de nuestra cotidianeidad, en la locura del
consumismo
navideño, tratando de entender sus resortes, contradicciones y sus
influjos en
el sufrimiento de fin de año.
Colectivamente
hemos hecho varios aprendizajes: aprendimos el valor de zamarrearnos
mentalmente algunas de las certezas ideológicas que la formación en
psicología nos había llevado a incorporar sin problematizar; aprendimos a
desaprender... aprendimos que no podemos aprender sin cuestionar lo que
se nos enseña; aprendimos que la sensación de completud con la que
finalizamos algunas asignaturas no puede ser sino ilusoria, ya que el
saber en cualquier área es hoy imposible de aprehender en un semestre o 5
años... las asignaturas no pueden ser amuletos que colgamos en nuestro
cuello y que nos protegen ante la angustia de la inmensidad; aprendimos
que aprender no es vomitar un conocimiento en un papel o en las
prácticas; aprendimos que definir es delimitar y que si nuestra práctica
está definida por el método científico debemos ir más allá del método;
aprendimos que la intimidad que es sistemáticamente excluida de la
racionalidad científica tiene un lugar en los diarios de campo, en el
método etnográfico y que por lo tanto hay una forma de rigurosidad
profunda dada por la reflexividad de dicha subjetividad.
Buscamos ser un espacio respetuoso de las diferencias entre nosotros y reflexivos
respecto de cómo desde esas diferencias reproducimos ente nosotros mismos las lógicas de
hegemonía/subalternidad, ya que entendemos que es importante para poder
contribuir con la transformación de la realidad, hacer estas microexperiencias
y legitimarlas de manera colectiva, para que la condición subalterna no sea
descalificada en su pensamiento como delirio, ni en su experiencia como
alucinación.
Pues, como una lectura De Martiniana nos ha enseñado, el juicio
sobre la realidad del objeto delirante o alucinatorio, debe ser interrogado
desde la crítica histórico-política sobre el concepto de realidad desde el cual
partimos. De lo que se trata por lo tanto es de disputar la definición misma de
lo que es la realidad: de esta manera
lo imposible será lo históricamente construido como tal y lo posible sólo la
alternativa a la cual nos hemos cerrado colectivamente en el proceso de la
historia como drama humano.